El alergólogo realizará una buena anamnesis, que es una conversación preliminar con el paciente para investigar el caso¹. Es el primer paso para saber si el paciente tiene realmente una alergia y, a partir de ahí, hacer un diagnóstico.

Tras esta conversación, hay varias formas posibles de proceder con el diagnóstico. El alergólogo puede solicitar determinadas pruebas y exámenes para determinar las causas de la alergia y el mejor tratamiento². Algunos ejemplos son:

Pruebas cutáneas².

Solicitud e interpretación de pruebas de laboratorio relacionadas con la alergia y la inmunología².

Pruebas de provocación de enfermedades alérgicas e inmunológicas².

Pruebas de función pulmonar y pruebas de marcadores inflamatorios².

Pruebas de función nasal, con examen de la nariz y la garganta mediante rinoscopia de fibra óptica y endoscopia nasal².

Durante las consultas, el alergólogo también puede aconsejar a los pacientes sobre los alérgenos (sustancias que provocan alergias) y qué hacer para intentar mantenerse alejados de ellos, tanto si están en el aire y el ambiente como si se ingieren².

Veamos un ejemplo práctico. El especialista puede dar buenas instrucciones sobre el control ambiental, como eliminar el polvo de su casa, por ejemplo. Esto es esencial para un paciente con rinitis alérgica, ya que los ácaros del polvo son los principales alérgenos de nuestro entorno y son verdaderos enemigos de quienes padecen alergias respiratorias³.

En cada caso, el médico hará un seguimiento del paciente, aconsejándole sobre los tratamientos (qué fármacos son los mejores para ese trastorno alérgico y las enfermedades relacionadas), cómo aliviar los síntomas de la alergia, además de pensar en prevenir las crisis y educar a pacientes y cuidadores².